Elena quiere llegar a los cien y mucho no le falta. Mientras rompemos distraídamente las últimas nueces de Navidad, ella desmenuza su larga historia de chacras, mudanzas y trabajos de obrera.
Nos cuenta de su tiempo sin relojes, de los cálculos que hacía mirando la sombra de un alero para mandar los chicos a la escuela, nos habla de la fuga a caballo para vivir con su hombre y de la emoción que sintieron todas las mujeres cuando comenzaron a votar y cómo ella tuvo que sacar su documento de identidad y entonces aprovechó y también se casó legalmente y también anotó a sus siete hijos, todo junto, una misma tarde.
Y ella que palpitó tantos cambios, que se fascinó con radios, autos y microondas, dice que sin embargo nunca se maravilló tanto como cuando pudo poner vidrios en la ventana de su rancho y por primera vez disfrutar de la lluvia sin mojarse.
Walter Rago-
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