Aquí, incuestionable,
apoyo mi cabeza en la noche
y amo la plenitud inextensa del poema.
Cortejo errante
de largas filiaciones marinas
y hambre de lo eterno.
Desde la magnifica sensualidad
del brillo nómade del mundo,
vuelo en habitaciones selladas,
sobre la almohada de niebla,
entre grietas de olvido.
Arrimando lo indecible,
endemoniado cielo,
a veces,
al borde célebre de una violencia,
encuentro espacios del corazón
y arrojo lastre de sufrimiento.
Triste hasta la cabeza
y más allá de vagos quejidos
del pan ensangrentado,
me muevo
bañado en lágrimas
por la cebolla de tus manos.
Ellas, tan pálidas en la nieve
como al sol tardío,
reverberan
en criaturas melancólicas
que tocan mi alma,
de lejos.
Jaime Icho Kosak-
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