Desperté en la noche de niebla
con tu verdad serena.
Corrió la madrugada
tras el agua que lloraba
y quise coger la paloma
que entre mis manos se deshojaba.
No miré atrás,
el silencio me perseguía.
Trepé por el rosal
subiendo por sus espinas,
dejando crecer a mi paso
las arenas que del cielo caían.
Fui a beber en las estrellas
sus bebidas exprimidas
y de mi boca brotaron,
lunas recién nacidas,
perlas revoltosas
que hacia la mar bajaron.
…y durmiendo en tu regazo
con tu amor de enamorado
cambió mi fuente en tu pecho
y el telón se alzó en el teatro,
tú, volvías a tu función,
yo… desperté…
el día había empezado.
María Rodríguez-
Pingback: 13 de julio de 2016 : : Cronica Literaria