Estoy segura de algo:
me importa menos que nada
una estéril discusión,
esa tediosa sesión
altiva y desordenada.
Se presentan las ideas;
hay un instante de euforia
y se arma tremolina.
Más tarde entre bambalinas
no quedan penas ni glorias.
Que afile lengua y florete
cada quien con su ideal
y que lo defienda a ultranza.
Yo equilibro mi balanza
en silencio sepulcral.
Huyo, disparo, me voy!!
No soporto el romancero:
«que yo digo»… «que tú dices»…
«que gallinas»… «que perdices».
Cazo al vuelo mi sombrero!!
Silvia L. de la Cal-