El cielo está en mí,
como una historia
que no he podido
retener
en la lengua.
Con ademán diseñado
en tardes oníricas
de madurez,
encuentro realidades,
constantes y sanguíneas,
festejos
donde la vida
se adelanta
al tiempo
que usurpa
el alma.
No me distraen
pormenores simbólicos
que convocan
años agonizantes,
y otros
que surgen
en oscuras encrucijadas.
Plazos
que disuelven
azares
infinitos
en la luz
que me acoge,
con exactitud astronómica.
En el roce de papeles perfumados,
casas esbozadas
y arena en espejos,
mis ojos reflejan
músicas orientales,
violines que suenan
a orillas del mar Muerto.
Sombras
inspiradas
en melodías
que nadie entiende
desaparecen
bajo lluvias de adjetivos,
soberbios
de tiempos
que no se juzgan,
no se alcanzan.
Del libro Manos Forasteras
Jaime Icho Kozak-