Sabía que un día, iba a coronarme.
Disfrutaba de toda la existencia
conociendo el milagro de la vida.
Agradecía el despertar, cada mañana
el trino de los pájaros en mi ventana
y me dibujaban una sonrisa, cada paloma
de la plaza.
Crecí, sabiendo que es un paseo el camino
y he construido puentes, cada día
sin mirar a quien los regalaba.
Bendecí el talento recibido
éste, de escribir y leer para cultivarme
como el de ser madre y educar con ejemplos
a mis dos retoños.
Viví para ellos y descubrí también
que no hay amor más grande
que el de un hijo.
Una mañana, mi niña partió de la tierra
y comprendí, que todo lo que empieza termina.
Allí, en ese instante recibí la corona
pues su regalo, fue «La Paz»
por haber amado sin límites.
Nerina Thomas-