Existe una razón para que vuelva
a nutrirme de magia y de misterio.
Acaso sea un lazo que me une
a estas piedras desnudas y ancestrales
desde alguna otra vida que aún ignoro.
Pero sé que la voz que me reclama
insiste sin descanso dentro mío…
En un vuelo de cóndores planeo
entre nubes de airosa consistencia
que dibujan sus formas en la piedra.
En aromas silvestres de algarrobo
me sumerjo buscando una quimera,
ese sueño constante que me acosa.
Y descubro la paz en los lapachos
fulgor rosa que incendia el viento leve
en las tardes calladas de setiembre.
Hay un duende siestero que me llama.
¿Es su nombre «destino»?…
Cris Fernández-