Veo la libertad como el palacio
Como el salón de los espejos.
Ay señor.
Siento otra vez la libertad
como un duende hábil
que se filtra en mi cuerpo
Para hacer trampas al camino
hace tanto no tenía libertad.
Jamás supe tocar un piano,
mi manos torpes no supieron amarlo.
Pero hoy,
hoy tengo en mi alma,
la libertad de creer que si
Dios no me concedió lo concedido
fue por algo.
Vuelvo a mirar cada cosa cada espacio,
a sentir el sol y el cielo,
pues estuve presa muy presa
en un calabozo húmedo y amargo,
en gotas de salitre,
ya no me convierto,
porque la libertad
es todo lo que he ansiado.
Hoy empiezo mi vida,
sé que es dar y lo que es dado,
volver a ser una aprendiz ya no me importa,
no me hace daño, ser
ser libre, para creer en los milagros
El milagro…
no sé cuándo llegará
o quizá ya haya llegado.
Magalí Fernández-