Mi pecho fue un timbal de resonancias
perlando su esplendente fantasía,
enrolada en mi violín de melodía,
en su raro fulgor de trepidancias;
indago aquel amor en las estancias
que tuvieron por huésped mi osadía,
cuando vagaba en ritmos de utopía,
sin vestigios de vanas petulancias;
hurtaba de mi huerto de fragancias
mecido por la piel de mis constancias,
de tu hedónica boca que me huía
la palabra ritual sin disonancias,
adosada al film de tu prestancia.
Conservo en mi talega tu boca que reía.
De Rimas insolentes
Rodolfo Leiro-