A mi madre Ma. Asunción Vanegas Robles. Inmemoriam.
Regreso bajo la lluvia
y no escucho las palabras dentro de tus labios,
ni el chirrear de las mecedoras
con su vuelo nocturno.
Quizás estoy extraviado, no es ésta mi casa,
no veo el camino entre la sombra.
Quizás la lluvia borró el último horcón del espejo
donde se dibujó su andar.
La abrazo y le estampo un beso en su frente,
donde más de un sol fatigó sus ojos.
La abrigo con su luz y me confieso: Madre, te quiero.
Despierto y todo es un sueño.
No veo tu cuerpo balancearse por tu sonrisa,
persiguiendo la luz. Y tu río se desborda
por el tiempo: donde no hay regreso para los mortales.
Siguen tus ojos clavados como lunas,
atravesando mi alma. Impotente te miro.
El vacío de las cosas me sorprende,
apenas corre tu hálito por la puerta.
Sé que no estás con nosotros. En el instante del adiós
quedó tu huella y tu palabra entre los labios,
y tu mirada fija:
como dos luceros perdidos en mi llanto.
Del libro inédito Todo el invierno
Florencio Quesada Vanegas-