Desde el día en que me vi en tus ojos
fuiste una presencia extraña y sostenida,
semejante a un silencio no esperado
o al milagro que lleva alguna música.
Y nada puede ya sostener una ausencia
porque estás en mi ser en cada instante
y los gestos destraban estas pobres palabras.
No puedo entonces pronunciar
ni entregarte para siempre mi adiós.
Amiga, puedes morir es cierto pero también yo,
aquí o allá, antes o después de esta yerta estación
mas sé cómo llevar la gracia de tu imagen.
Vos quedarás junto a mí sujetando el color
diluido de mis ojos, pero llenos aún
con ese ardor que fue lamento y alegría,
desazón y refugio o todavía espera
desde un retardo inmerecido.
Camino y solitario advierto
cuánto dice un reflejo en la húmeda calle
para poder asir de una vez tu presencia.
No puedo entonces pronunciar
ni entregarte para siempre mi adiós.
Julio Bepré-