De nuevo Buenos Aires sin ti;
cierro mis ojos y trato de dibujar tu figura
en el aire con mi dedo rugoso extendido hacia
el enorme sitio de tu ausencia…
Te busco en todas partes,
en los sitios comunes, en las horas anteriores,
en los recuerdos viejos;
cuando tu nombre pequeño brotaba de mi labio
y llegaba a tu oído
como buscando abrigo.
¿Te acuerdas cuando sorteábamos palomas
por Carlos Pellegrini y Lavalle era una fiesta
de cines y de libros?
Éramos dos niños grandes recorriendo las calles,
y tu mano en la mía dulce como la miel
bendita como el trigo, ázimo pan de vida,
comulgando a diario junto con nuestros hijos.
¡Cómo me duele ahora tu ausencia este invierno distinto!
el solsticio de invierno me encontrará
más viejo
soñando con encuentros, y pegado a tu sitio
y mis ojos resecos por lágrimas lloradas, casi sin luz,
será un párpado herido buscando un andén viejo
para abordar la barca
¡que me lleve contigo!
Las enaguas del alba me encontrarán insomne
buscando entre mis horas, tus horas y tu abrigo,
la seda de tu piel y tu voz en mi oído
y tu nombre pequeño derramado en mi mano
como si fuera un nido…
Estoy en Buenos Aires, y esta noche me digo:
¿para qué este regreso si tú no estás conmigo?
Gustavo Córdoba-