Algo grato se extravió del rostro humanitario,
ese rictus cosquilleante
que subía desde adentro
y anidaba luz
más allá de la mueca
injusta de estos tiempos.
Tal vez se fue esfumando
entre años de locura
y proyectiles del terror
que acribillaron sueños
condenándolos a flotar río abajo.
Por allí comenzó este misterio
esta seria insolencia
que fue destripando alegrías
y dejando el bolsillo de la esperanza
vacío de mañanas.
Ya nada es lo mismo:
lo cotidiano es un oscuro pasadizo
en trámite hacia ninguna parte.
(Todo transeúnte lleva máscara
para ocultar propios extravíos).
Pero más allá de incontables desgracias
hay risas, sí que las hay:
grotescas, faranduleras,
de los que día a día, peso a peso
y con soberana indolencia
se hacen millonarios de sonrisas
robándonos
las nuestras.
Ricardo Gómez López-