Y eso es todo:
una nueva mañana
deshecha en la turbia luz
de sus gasas, de alguien
el gesto que vanamente
llama. De tanto en tanto
acude la voz de los muertos
amados. El camino aquel
otra vez y la sombra muda
de los árboles: cansado
reposa el viajero que fui
entre la flauta del viento
y el ardor infinito
de las últimas hojas.
Alejandro Drewes-