Como una aurora joven
miraba al horizonte con la inquietud por ojos.
Lo heroico de los lirios
estaba aún por llegar
por los siete caminos seminales
del placer que penetra
a través de los hilos sin arrugas.
Ni un pájaro buscaba las hilachas
que ya se desprendieron
de las tinieblas de la medianoche.
Ni un árbol conversable
soñaba con los velos
de niebla que jamás encontraron sentido
a las cercas que extienden su oleaje
hasta las cuevas de la cerrazón.
De todos modos, nada le importaba
sentirse removido por las rudas orgías
de las voces desérticas.
Una muchacha herida, un puente inmaculado
a su cruz se aferró
con la fuerza vital de los espejos.
El día caminaba
entre silencios firmemente anclados.
Un día inconformista como él.
Del libro inédito Los puentes debilitados
Carlos Benítez Villodres-