Regresarás, porque el regreso
es la madera inevitable del árbol del destierro.
Regresarás vencido, caminando despacio,
y esos mismos lugares ya no serán los mismos.
El parque de tu infancia ya no es el mismo parque,
tiene otro olor el césped, otro color las piedras,
y esos viejos senderos no recuerdan tus pasos
porque otros son los pasos que ahora arañan su arena.
¿Dónde estarán aquellos atardeceres tibios?
¿Dónde el contorno ansiado de las adolescentes?
Contemplarás el lago, su silencio temible,
pero es otro silencio, no son las mismas aguas
que una vez reflejaron la imagen de tus sueños.
Sólo serán los mismos los nombres de las cosas,
los nombres de las calles, los números, los coches,
y tal vez las ausencias.
Y así, aun este último reducto será como un rechazo,
como un viento caliente soplando entre los árboles
y calcinando un poco más los restos mortecinos
de tu agotado corazón que lentamente va apagándose
hacia regiones ciegas donde todo es exilio.
Del libro El Rostro prohibido
Sergio Barao Llop-