Aparece un resplandor
en el cielo. Desvelada
por motivos del amor
me encuentra la MADRUGADA
murmurando una oración.
Logra el cuerpo entumecido
incorporarse del lecho.
No se escucha otro sonido
que el «tic – tac» dentro del pecho
trepándose a mis oídos.
Me acompañan obstinados
pensamientos recurrentes,
objetos inanimados,
y esa presencia ausente
que me nutre de pasado.
Se asoman a la ventana
mis ojos y mis ojeras…
Llegando está la mañana
con sus angustias y esperas,
con sus ansiedades vanas.
El frío del suelo en mis pies,
el frío del vidrio en mi frente,
un leve llanto después…
Monedas de sol naciente
que no alcanzan esta vez!…
Silvia L. de la Cal-