En mis manos caen gotas de rocío
y quedo contemplándolas,
sin saber en qué tiempos.
Anuncian densidades cercanas,
olvidos donde vuelven
amigos que amé,
escritos en caminos
con olores a pieles.
Nada tengo que olvidar.
En mis cuerpos
habita un minuto más.
Cuando no esté
no habrá recuerdos
acompañándome.
Marcas fugitivas en la arena.
A veces salgo exhausto a abrevar,
y voces como olas tibias
me envuelven
en mareas,
lunas y horizontes.
Cuando no quise beber el vino,
por no gastarlo,
se me agriaba en la copa.
El mundo vive fuera de mí,
y ya no indago
por insinuantes criaturas,
ni por quienes me preguntan:
¿a dónde te encaminas?
Quizá no sea tarde
y me aleje de sombras,
vuelva con la próxima lluvia
a caminar por la ciudad,
acostumbrado
a la densidad de la tierra,
y ojalá pueda escribir.
Jaime Icho Kozak-