desde la noche del dolor yo y nosotros estuvimos ahí
en ese pozo ambulante
desbocado reloj que es tu vientre
ahí, el pulso llega hasta la pleamar de la náusea;
interpela el canto de Dios tu desvelo,
como si Él hubiese hecho algo todos los días
de ese fugaz paraíso
salimos sin pudor, como animales hidrocéfalos,
aprendemos otros nombres,
y las infinitas versiones del error y del castigo.
Alfredo Luna-