Alguien horada el mundo
en el borde rectangulado de cemento
adornado con flores de plástico y jarrones.
Allí, donde se ocultan humos fragantes
y bailan tus cenizas la danza de mi angustia.
Alguien horada el mundo visitando tu viaje
extasiada de sueños perpetuos, aquí,
donde estás como si no hubieras muerto.
Donde el rostro de los ángeles
besa tu perfil blanco de praderas y vida.
Quizás fui yo la que vino
a pronunciar lo impronunciable
pensando tu muerte
libre de árboles quemados y mariposas ciegas.
O vine a buscar gorriones abatidos,
volcanes melancólicos que te marquen de carbón.
O llegué, acaso, para sobrevivir el rostro del invierno,
llorar, perdida, tu frío de penumbra,
y en el contorno perfecto de tu forma
confundirme, quedarme para siempre.
Susana Cattaneo-