La luna, extenuada, se cubre del dulce brillo de plata
y agónicos vendavales evocan melancólicos momentos.
La vela se extingue junto a su moribunda llama escarlata
y espíritus infernales invocan melódicos padecimientos.
La lluvia, entristecida, llora pétalos de rosas
y la pluma del poeta, herida se ha se desangrar.
Débiles sombras perecen ante la muerte todopoderosa
y vida renacerá luego en el silencio magistral.
Trémula, mi mano, escribe estas lóbregas palabras
y solo un rayo de luz lunar cae sobre estas páginas sombrías.
Parafina gotea de apagados candelabros
y desaparecerá el silencio entre las caricias de una nocturna sinfonía.
¡Ahora, Noche susurrante, entrégame la mirada furtiva de las estrellas!
¡Deja caer palabras sobre la forzada mansedumbre de mis hojas!
Evoca luz divina y aquella obscuridad bella…
Entrégame tu voz, tu melodía y aquella inspiración de la cual me despojas.
Ramiro Jaramillo-