Llegaste a mi vida como un torbellino,
yo era un lago manso, tranquilo, sereno.
Fuiste recorriendo lento sus orillas,
buceaste en sus aguas te adentraste en ellas
En ese momento llegó una tormenta,
cruzó como un rayo el límpido cielo,
y el lago dormido, convertido en fuego,
se abrazó a tu cuerpo, vibró en tus latidos.
Y fuimos entonces un mismo destino,
compartiendo vida, soñando momentos.
Este sentimiento, tan fuerte, tan nuestro
se va agigantando, crece sin medida.
Y si estamos juntos, ¡se nos borra el tiempo!
no existen palabras en nuestros encuentros,
Sólo son miradas, sólo son silencios…
¡Y somos nosotros, en el Universo!
Lydia Pistagnesi-