“Señor, no te pregunto por qué te lo has llevado,
sino que te doy las gracias porque me lo diste” – San Agustín
“Estoy en diálogo con la raíz de mi existencia.
Estoy conmigo mismo.
Estoy en la soledad del silencio” – Carlos Benítez Villodres
Y te fuiste para siempre,
como un suspiro sin escolta,
cuando aún aquel septiembre
estaba a medio camino de vida,
según el cálculo monótono del tiempo,
y a un tiro de piedra de un brumoso
otoño con pulpa de calvario
y piel de crisantemo marchito.
Te fuiste ante la grandiosa
luz de la esperanza y la brisa
cálida e inalterable,
fermentada en el amor,
de una mirada de mujer,
como un beso de nubes
allá en el cielo abierto.
A lo lejos, la mar, ya despierta,
murmuraba, con su voz de alas delicadas,
estrofas de eternidad,
que despedían fragancias de misterio.
Y el viento, entre versos entristecidos,
temblaba desolado, salpicando de dolor
a la tierra que a su raíz te llamaba.
Se me agolpan los recuerdos,
como salpicadas de una mar serena,
al saborear los resplandores de tus estrellas
y los frutos preciosos de tus campos
siempre labrados,
y, aunque el destino en su rito
concebido por el mismo aliento de la vida
lo admitimos sin furia, nuestra sangre,
nuestro mundo en continua restauración
no lo entiende, ni sus latidos están capacitados
para descifrar sus signos invisibles.
¿Te fuiste o te llevaron?
Sea lo que sea, duerme, descansa
y aguarda mi llegada.
Hemos de hablar de muchas cosas.
Del libro Réquiem por un hombre bueno
Carlos Benítez Villodres-