¿Quién puso en tu vida, una pausa?
¿quién te mostró el camino
para hallar el horizonte?
¿quién te enseñó a decir adiós?
¿Dónde está tu andén o puerto?
Te busco en todas partes
y sólo encuentro en mis trenes
los asientos vacíos…
Ya no me quedan días,
sólo guardo noches, en los desvanes
de la vida mía.
Me olvidé de rezar
a fuerza de pronunciar tu nombre;
lo grito a los cuatro vientos
y el viento me responde
con lágrimas de lluvia,
que tu nombre está lejos,
allí donde la palabra no llega;
donde la lágrima no basta
para mojar de sal,
¡esa distancia!
¿Qué tengo que hacer? dímelo tú
¡oh! Dios Universal de los silencios
para encontrar el sitio
de su norte.
Cuántas lunas hacen falta
para alcanzar en otra Entidad
mis cuarenta semanas de gestación
en esta espera angustiosa
de la común unión,
definitiva,
eterna y anhelada?
¡Oh! noche mía;
oscura, ingrávida y silente,
¡ora pro nobis, noche!…
Gustavo Córdoba-
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