Desciendo por la prisa del atardecer
cuando claudica su luz sin reveses ni memorias
en la duermevela obligada
veo al insomne que llora
a la ramera envejecida
en la esquina de los vientos
a los niños
malabaristas de tachos, jeringas y cartones
al vagabundo dormido
entre los perros mugrientos.
2
Los hombres descansan
sobre sábanas limpias
con sabor a locura en los labios
soñando, tal vez,
con el artificial dominio del poder.
3
En las calles la vida sigue
siniestra y cansada
como una amanecida pesadilla de colores sucios
sobre el lienzo oscuro
una pincelada de barro
me muestra la verdad:
hay dos mundos diferentes
en el mismo infierno.
Susana Cordisco-