A mi hija
Fue un largo viaje.
Dormía.
El amanecer dibujaba sus primeras líneas
y poco a poco la claridad se hizo más nítida.
Sarah y yo bajamos a respirar,
andando entre las sendas de aquel lago,
regresando a los bosques lejanos
de otros días.
Sentí ese silencio lleno de rumores
entre las montañas nevadas y frías.
Desde remansos escondidos
los almendros rosados de febrero
cantaban su propía melodía.
¡Qué perfume a miel!
¡Qué ternura en la brisa!
Nos sentamos en el lecho de flores,
que cubría la tierra de la vida.
Las ramas lentamente se movían
y los pétalos del invierno,
se alejaban en el azul oscuro
de las aguas tranquilas.
Apoyé mi rostro sobre el hombro
de Sarah y recordé
la alegría de verla crecer,
tan sana y altiva.
Se que en mi interior también comienza
una nueva vida.
Las flores en contraste con la nieve,
me susurraron esta poesía.
Marian Vanderlest-
Es un poema maravilloso, esctito con una maestría que te transporta en cada línea al paisaje que describe, a ese amor por la tierra y por la vida.