Hablar. Mirar los ojos
de nuestros contertulios; darse cuenta:
Ninguno está escuchando, las palabras
se pierden en el humo. En los rincones
el polvo se amontona. Dados vuelta
hacia adentro, los hombres, abstraídos,
su universo contemplan: simetría del ego.
Y entonces:
Iniciar una conversación trivial;
que nada sea, pues nada permanece.
Multiplicar lo intrascendente, convertir
la nada en un catálogo de nadas infinitas.
De tanto darle vueltas,
tal vez en el reverso
de esa triste moneda
quede algo que importe:
el minúsculo poso de una idea.
De Por si mañana no amanece
Sergio Barao Llop-