Se deslizó del escaparate como una esfinge
deshojada en lágrimas.
Desplegó la madrugada
sin proponerse el olvido
con la calculada parsimonia de su cielo.
Dejó entrever que su brisa buscaba sólo
el murmullo prometido y calló.
Alguna vez sus labios protegieron
mi nombre.
Ella no estará mañana para liberarlo.
Horacio Gómez-