Imagino caminatas entre árboles queridos,
con fragancias intensas y aromas frutales.
El tiempo se detiene y la brisa arremolina las voces.
Espacio sentido como mi propia existencia.
Desde un rincón, el aroma de violetas invade,
dando color al paisaje.
Los azahares marcan el comienzo del verano.
Son las noches más frescas y acogedoras,
una luna vibrante, las ilumina.
Todo trae una niñez lejana, marcada de presencias,
y signada de aventuras irrepetibles.
Son familiares, los sonidos, traídos por el aire,
los tonos de verdes, la vereda de ladrillos
que lleva al refugio, y a los juegos.
Todo se integra en un encuentro íntimo y profundo,
donde todo es intenso y
el deseo de permanecer se vuelve irresistible.
Graciela Di Laudo-
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