Cada día caminamos
el resto de la tarde por primera vez.
A tientas la mano revisa la oscuridad:
hay brasas en las cenizas
y miradas que se callan hasta el frío.
Ciegos para todo, los dedos
rebaten las páginas del tiempo
y los dobleces laceran la alegría.
Los árboles soñados son apenas
un abuso del horizonte.
Aún abriendo los ojos
caminamos para el asombro:
los caminos son tantos,
las calles tan angostas,
las casas tan pequeñas.
De Simulación de la rosa
Ricardo Rubio-