Llegaba el otoño
y las vecinas
arrojaban al suelo sus escobas
-memoria mística de báculos sagrados-
y se arrodillaban sobre las hojas secas
rogando por el amor que no llegaba,
arrastrando sobre las veredas ocres
el ruedo mentiroso de sus faldas,
tan largas,
tan tristes.
Yo bailaba desnuda
en el olor del viento
y estiraba mi piel para tocarte,
extraño que me has partido en dos el alma.
Pero mi piel no llegaba hasta tu orilla,
y mordiendo las lágrimas,
me reía de mí,
de mi desnudez,
de mi desamparo.
Poema Mención de Honor Certamen Literario «Páginas de Otoño 2007», Revista Literaria Noticias de la Musa
Raquel Fernández-