Cómo estrenar la sedienta
placidez de mi doctrina,
cómo eludir la otra esquina
del silencio. Ya no hay cuenta
sobre el plato. No alimenta
el castigo al penitente.
Sólo una voz, en la fuente
adúltera del después,
logra salvarme en los pies
monótonos del ausente.
Miroslaba Pérez Dopazo-