Y sin embargo
mis palabras están secas.
No encuentran
la lluvia del atardecer
y aunque regué las plantas
con absoluta dedicación
ni una gota logró ayudarlas.
El rocío del amanecer que
sutilmente las acariciaba
está bordando los jardines
de vecinos desconocidos.
La humedad de los besos huyó.
Mis palabras están secas y tan
doloridas
que ni siquiera pueden llorar.
Graciela Wencelblat-