Los huesos y la médula arman un laberinto.
Vayamos hacia arriba,
al final del laberinto.
Allí está nuestro amor.
Mi alma quiere reposar por un instante,
mi alma tiene sed.
Beberá las aguas claras,
el rocío penetrará por sus poros.
La lluvia saciará su anhelo.
Con mi voz encadenada
descenderé a la esfera violada.
Y ante los peligros de la noche
escucharé tu canto anclado
en la Cruz de las Tinieblas.
Buscaré la salvación en el encuentro con la dicha.
Cristina Pizarro