Se esconde en el lugar más oscuro del corazón,
ahí donde el recuerdo se convierte
en un párpado que quema
o en materia lenta que carcome
el poco amor deshecho.
Se remonta a un viejo dolor
o a un pantano donde las heridas
se clavan para siempre.
Ni plantas allí, ni ojos que consuelen,
ningún abrazo que apague la espina,
por eso permanece en el oscuro fondo
y prefiere el punzante grito que martilla,
el murmullo de la propia soledad,
la vana sombra.
Su enemigo es el dulce amor,
la palabra de amor,
el porvenir.
Se ha quedado allá,
lejos,
completamente solo.
Amalia Mercedes Abaria-