Cuando era niño
la estación era un mundo de vías que rugían
en medio del humo negro de los trenes.
Nunca supe adonde iban ni de donde venían
con las ventanillas llenas de rostros fugaces
levantando a su paso hojarascas de adioses
y de besos caídos para siempre.
Cuando era niño
el guardabarreras parecía el capitán de un cuento
y la campana liberaba sus bandadas de bronce
y el pitido de la locomotora exorcizaba el sueño
de un vagabundo enfundado en su traje de otoño.
Hoy los trenes partieron para siempre
El óxido del silencio carcomió la campana
Y los fantasmas pálidos del tiempo
barren nuestros recuerdos por el andén desierto.
Raúl Oscar Ifrán-