que por mal no venga
y se confabule
con las piedras atónitas
de su musgo callado
sus espinas de rosas
negras por la angustia
de soles deshabitados
contra las ranuras
de los dientes carcomidos
la baba pegajosa
en la reseca boca amarga
del triste fémur
de las agujas quietas
entre los brazos inertes
y los huesos hambrientos
de esta noche en vena.
Mónica Angelino