Lejana, displicente…
la luna navega sobre las azoteas.
Temblor de perla.
Etéreo resplandor
sobre el smok de las paredes.
Prodigio en soledad
que lastima de pureza
los ojos de unos pocos.
Con languidez de alabastro
finge ignorar su destino de diosa.
Por las madrugadas
anda descalza y despeinada
recogiendo en la oscuridad
la penas de los hombres
y el desgaste del orbe
en una red de hilos argentados
que los gatos vagabundos
también fingen no ver.
Mari Betti Pereyra-