En esa sopa juliana
convidada por octubre,
el Inti trozó el aroma
del laurel y la legumbre.
En el ofertorio de ollas
puso el sol de la ternura,
con su tracita de sombra
y el modal de la dulzura.
No he de olvidarme del Inti,
alcuza y sal por la tarde,
con su linaje de antiguo
haciendo sopa de madre.
Reverenciando a su pueblo,
sopa y pan lo fui escuchando,
su musiquita de quena
al trigo fue sazonando.
Sopas del Inti Huamani,
alma del hombre y verdura,
quizá esta simple alabanza
almuerce con su ternura.
Anibal Albornoz Ávila-