En torno al ansioso torbellino
de mis venas inequívocas,
recorto un proceso de fuego
y salvaje jardín,
moviendo
caricias y olvido.
En esa inmensidad,
mi cuerpo
se renueva,
minucioso y fugitivo,
por galaxias y mareas
como sexo a la deriva.
Desde entonces,
construyo mi amuleto:
un mundo cabe bajo el ala
de bellas herejías.
En cada pulsación,
entreabro
mi boca sobre tu boca,
saboreo
una dirección total:
dulces, vagos labios
regiones secretas
engendradas por el viento.
Jaime Icho Kozak-