Entonces, dime…
¿Alguna vez te aprendiste mi espalda?
¿Caminaste a paso firme los adoquines de mi columna
deslizando tu cuerpo por sus lomas de huesos curvos
lamiendo – de paso – la textura leve de mis pecas
y el quiebre altivo de mi cintura?
¿Sellaste con tus labios al final del recorrido
la hondonada tibia donde se guarece
la última vértebra de la serpiente?
Y si no lo haz hecho…
¿Cómo puedes saber
quién es la que duerme a tu lado?
Amanda Espejo-