Padre río, olvidado dios,
que sin tregua vas pujando tu destino.
A la vera de tu cauce
yo te miro crecer y descrecer.
Y asumo el desvelado pulso
que te lleva hacia el incesante
tráfago en donde tu vida líquida
… se desparrama.
¿Quién eres? Pareces preguntarme
cuando pasas convertido en caudal espeso
de arcillas rojas en la corriente rumorosa.
Te respondo: soy el que asomado
a tu lecho espera descubrir en él
parte de su propia e infinita memoria.
Y el que siente tu historia andariega
como un eco prolongado de la suya.
Yo también voy, ensimismado y solo,
atento el corazón hacia todo horizonte,
pujándole a la suerte desde un origen remoto.
Y sin saber qué aguarda
más allá del cierto e inevitable
… y último recodo.
Luis Alberto Taborda-