Yo quería que amaneciera tarde,
me encerraba
en la idea
de quedarme hecho piedra
en un rincón del acontecimiento
inevitable,
pero antes de tener tiempo
para afirmarme en algo
ya estaba ahí
peleando con este problema
que significa salir a la calle
doblemente asustando
por lo falso y por lo triste
de tener la razón
en esperar el fracaso
de los sueños
que tuvo alguien igual a mí.
Solamente hoy
fui tan feliz
entre las nueve y las diez de la noche
cuando tocaba en una guitarra
una canción del viejo Salvatore.
Ya es medio día y pasa el tiempo,
pero no el dolor de cabeza.
Solamente ayer
fui tan feliz
entre las nueve y las diez de la noche
cuando veía una película
de hombres libres sin clases sociales.
Del poemario Los Silencios Bien Guardados
Jaime Villanueva Donoso-