Cuando cae la tarde en los pueblos
el cansancio de la soledad
parece una mano desierta
sosteniendo un rostro inexistente.
Debe haber algún ángel de calma
curvado sobre la docilidad de los relojes
para que se tiendan los cuerpos
desde el parto al infinito.
Del libro Las infinitas palabras
Lucía Carmona-