Estás quieta en el rincón de la habitación,
desnuda, refugiada de la luz que lucha
por ponerte algunas sombras
y hacer más cierta la belleza que tú escondes.
No miras más que una ventana
en la pared opuesta y estás triste
como si todo hubiera muerto esta noche.
¡Con cuánta destreza construimos esta soledad!
¡Con cuánta precisión!
Sólo una cortina dejándose amar por el viento
parece tener vida en este cuarto
donde velamos los instintos agotados,
desgastados y viciados de reproches y renuncias.
Detrás nuestro, nuestros pasos, volviendo a la muerte.
Sebastián Zampatti-