Nada nos falta…
Y el dolor, agobia.
Pero es tan grande el cielo
y su promesa,
que apuramos el cirio cotidiano
para entregarnos en luz
a cada paso,
con la certeza feliz y necesaria
de quien se sabe portador de la esperanza.
Nada nos falta…
Porque el dolor que nos consume, fortalece,
y se hace luz que
va apartando las tinieblas,
para alcanzar la orilla que buscamos.
Nada nos falta…
Ni el dolor, ni la luz, ni la esperanza.
Y andamos los caminos de la vida,
crucificados
en el Amor de un Viernes Santo,
por la promesa del Domingo
y nuestra pascua.
Irma Droz-