Me confunden las voces
de tu nombre. Poco puedo
contra el pulso de tu pecho.
Nada queda en la vida por dejarte.
Mis manos ya son torpes
mi piel luce vencida
mi llanto que no es agua
no es simiente.
Me duele si me quieres,
eres ajeno,
pero más me duele tu silencio.
Es el mismo dolor
de la ruptura.
Te fuiste cabizbajo
me quedé culpable.
Pero volvimos. Y esta noche
en que me miras
florecer en luna de verano
me estremezco. ¿Debo inmolarme
en el infierno de tu fuego?
Dáme tu mano, amigo, que te beso
y ciérrate los ojos. Estamos juntos,
y como entonces, solos.
Marta Zabaleta-