Desconfía del que ama: tiene hambre, no quiere más que devorar.
Busca la compañía de los hartos. Ésos son los que dan. – Rosario Castellanos
Amaré a esa mujer por la impureza
que descubren sus pájaros salvajes
por los desordenados colores
que ella trae a este mundo, blanco y negro.
Su poesía corrige mis lugares comunes
me pone en evidencia a cada línea.
Apenas la conozco después de tantos siglos
de lavarnos la frente y de juntar las manos:
aquel rigor de látigo obediente que penetró
la carne y dio nombre al pecado y a la culpa.
Los custodios que nombro son piedras
de los templos, la quiebra de los justos.
Ella enseña otra historia, intraducible aún
a esa mitad que un día creyó saberla entera.
Y no hay resurrección ni costumbre que pueda
una vez que vio el fondo de las sombras opuestas.
La salvación no quiero, ese chantaje,
quiero sólo la vida de esa mujer que parte
las mitades que faltan del silencio.
La amaré con justeza de asombro milenario
de misterio reciente, poco a poco,
su libertad y la mía descubiertas
para que sea ella, y yo sea yo.
José Antonio Cedrón-