Me empuja la brisa
a la cornisa del llanto.
Miro el abismo,
no me atrevo,
giro,
corro,
escapo.
Busco el camino
bordeado de golondrinas,
de espejos rotos,
que me lleve,
me acerque,
me detenga
en tu mismo espacio.
Oigo tu voz.
La luz que emanan tus manos
me guía,
me eleva,
me incita
a seguir caminando.
Espejismo frágil
que se rompe
al oír
el suave aleteo
de un pájaro.
De nuevo me empuja la brisa
a la cornisa del espanto.
Del libro Miel y ajenjo… los sabores de mi boca
Cristina Monte-