Sus anhelos navegan
junto al paso del tiempo
que se escabulle malicioso
por el sendero de la larga espera de su llegada.
El Sí que había recibido
tronaba en su mente
y mil sueños iniciaron
su paso por la vida.
Ya no era la incertidumbre
de saber si lo aceptaba o no,
el gran amor que por ella fluía desde el fondo de su alma
era su estandarte.
Y el tiempo pasaba
silencioso, lento,
su impaciencia comenzaba
a tramar pensamientos
que no eran suyos,
pero afloraban pese
a su control con el arma
del amor.
Su impaciencia llegó a su fin
cuando ella lo llamó
desde la entrada de la plaza.
Ricardo Ponce Castillo-